Por Armida Vergara de
Alvarez, 26/11/2012
Dejemos claro que el Estado
Comunal es un Nuevo Estado. Su base es el Poder Popular que reside no en los
individuos, sino en colectivos como los consejos comunales y comunas de varios
tipos. En ellos no hay sufragio universal, ni representación que pueda
ejercerse con libertad de conciencia. Todo se decide en asambleas.
Conceptualmente hablando, sigue un prototipo de democracia directa o
asamblearia. No existen representante sino voceros, porque el poder reside en
el pueblo quien lo ejerce directamente y sin intermediarios. Las comunas a
su vez van agregándose en federaciones comunales y ciudades comunales o
socialistas.
Pero, como en todo modelo de
democracia directa y gestión colectiva, el poder se ensancha en la base y se
concentra en la cúspide, conservándose en esta posición prerrogativas
totalitarias y hegemónicas. Lamentablemente, esta historia termina en el Comité
Central del Partido, en el gran líder. Paradoja que la historia ha puesto de
manifiesto desde la Comuna de Paris para acá.
Adicionalmente, tres grandes
vicios a los netamente jurídicos están subsumidos en el andamiaje legal que
sustenta la propuesta comunal: el centralismo, el estatismo y el partidismo.
Todos ellos, conducen inexorablemente a acentuar la dependencia y la minusvalía
de los ciudadanos frente al Estado, debido a la concentración del poder, a la
castración de la iniciativa privada y a la consagración de la discriminación
como políticas de Estado.
Las
experiencias que el mundo conoce sobre el establecimiento de sistemas comunales
son dramáticas: En la Rusia comunista, la colectivización del trabajo agrícola
en los años 1931-1932 significó la muerte de hambre de entre 8 y 10 millones de
campesinos rusos. En la República China (Comunista), el plan económico,
conocido como El Gran Salto Adelante (1958-1961), fundamentado en la
implantación masiva de las Comunas Agrarias, se tradujo en una hambruna que
arrojó un total de 40 millones de campesinos chinos. En ninguna parte del
planeta ha funcionado ningún sistema económico colectivista tutelado por el
Estado, ni a nivel industrial, ni comercial, ni mucho menos rural.
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