Por Laureano Márquez,
7/12/2012
El
Diablo y el infierno, como todo aquello que infunde miedo, está presente en
nuestro humor. Para muestra dos chistes:
El primero es el del infierno
venezolano, quizá el más popular, del que existen varias versiones:
Un hombre muere, y va al infierno. Allí
descubre que hay un infierno para cada país. Va primero al infierno alemán, y
pregunta:
- ¿Qué te hacen acá?; y el último en la
fila le dice:
- Aquí, primero te ponen en la silla
eléctrica por una hora, luego te acuestan en una cama llena de clavos por otra
hora, y el resto del día, viene el diablo alemán, y te da latigazos.
Al personaje no le gustó nada, y se fue
a ver en que consistían los otros infiernos.
Tanto el infierno estadounidense, como
el ruso, y el resto de infiernos de distintas naciones hacían lo mismo;
entonces, ve que en el infierno venezolano hay una fila llena de gente
esperando por entrar.
Intrigado, pregunta al último de la
fila:
- ¿ Qué es lo que hacen acá?, y el
individuo le dice:
- Aquí te ponen en una silla eléctrica
por una hora, luego en una cama llena de clavos por otra hora y el resto del
día, viene el diablo venezolano y te da latigazos
- ¡Pero es exactamente igual a los
otros infiernos!; ¿porqué hay aquí tanta gente queriendo entrar?.
- Porque nunca hay luz, la silla
eléctrica no sirve, los clavos de la cama se los robaron todos y el diablo
viene, firma y se va.
El segundo me lo contó en Mérida Sumito
Estevez y creo que tiene particular actualidad:
Un venezolano muy bueno (caso raro,
pero los hay) murió y se fue al cielo. Después de largo tiempo en la eternidad,
le entró la curiosidad de conocer como era el infierno y le pidió permiso a
Dios para ir y Él le se lo concedió, pero sólo por una noche. Nuestro hombre
llegó a un infierno espectacular: rumba, caña gratuita, mujeres hermosas. El
tipo llego como a las 6 de la mañana al cielo pidiendo reunión con Dios de una
y le manifestó que renunciaba a la gloria y que se mudaba al infierno. Pidió su
cita de pasaporte, compro dólares infernales en el mercado diabólico y a la
semana estaba entrando en el infierno con sus maletas. Cuando se abrió la
puerta, sin aviso ni protesto, cayó de una en una paila gigantesca y pestilente
de azufre licuado. lacayos de Satanás a los costados lo hundían con tridentes
cada vez que trataba se salir a flote. Como pudo nadó hasta el borde la paila e
increpó al Diablo sentado en su trono:
- Diablo, ¿qué es esto? Yo vine la
semana pasada y esto era algo espectacular, maravilloso… ¡No entiendo que pasó!
Y el Diablo le responde:
- Sí, pero una cosa es el turismo y
otra la inmigración.
Vienen a colación estos chistes
infernales porque esta semana la UNESCO declaró a los Diablos Danzantes de
Venezuela, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Y es que en
Venezuela, como dirían los amigos de El Cuarteto, el diablo anda suelto. No se
trata de algo nuevo, según los especialistas, todo esto data del siglo XVII y
es una tradición que hemos venido arrastrando a lo largo de la historia,
demostrando con ello que el Diablo es una de las pocas cosas que en nuestro
país perdura. Nuestros Diablos (siempre hablando de los danzantes), son una
manifestación cultural que une los tres componentes fundamentales de nuestra
identidad: España, África y los pobladores indígenas. En otras palabras,
muestra la síntesis que somos y cómo los elementos de nuestro ser nacional se
encuentran y relacionan. A pesar de que es el Diablo el que esta involucrado en
el asunto, la celebración tiene un profundo sentido religioso y espiritual,
simboliza el triunfo del bien sobre el mal, porque el bien siempre triunfa los
Diablos Danzantes terminan siempre a la puerta de la iglesia, de rodillas,
adorando y pidiéndole cacao al Padre Eterno.
Desde las páginas de TalCual nos
regocijamos con la noticia, por fin una buena: nuestros Diablos Danzantes son
patrimonio de la humanidad, ¡gracias a Dios!
Publicado en el Diario
Tal Cual
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