Por Isabel Pereira, 08/12/2012
Estoy en México, admirando la
fuerza de esta democracia que se sigue construyendo mientras hace frente a
grandes desafíos: la fuerza del narcotráfico, la profundidad del etnicismo
diferenciador, el poder de los súper monopolios; fuerza que hace que cada día,
cada amanecer, el país vaya a mejor. Esto ocurre porque los mexicanos han
tenido el valor y la conciencia para elegir, sorteando peligros y desechando
ofertas engañosas, rechazando falsos “poderes populares”, repúblicas
“amorosas”, denuestos contra el liberalismo y demás disfraces retóricos con que
se cubren aquellos aspirantes a ejercer el control totalitario en esta región
latinoamericana.
Con esta visión en mente,
vuelvo la mirada angustiada a mi país y sobre todo miro a Carabobo, ese estado
que pareciera tenerlo todo para hacer felices a sus ciudadanos y el temor me
asalta, ya que se asoma la posibilidad de que se ejecute una gran estafa para
los carabobeños, por intermedio de un liderazgo engañoso dispuesto a vencer a
las fuerzas democráticas haciéndose pasar por lo que no es, prometiendo por
ejemplo, con el casco correspondiente en la cabeza, que ahora si van a terminar
el Metro, obra que fue paralizada con saña por el oficialismo para castigar a
todo un pueblo porque éste les negara el voto.
Leo unas declaraciones casi
desesperadas de Enzo Scarano llamando a la unidad verdadera y no queda más que
recordar: Carabobo y el actual gobernador Salas, al igual que su padre, han
sido baluartes fundamentales del proceso de descentralización, el intento más
fuerte ocurrido en Venezuela para robustecer la ciudadanía; proceso que hizo
posible que la gente por primera vez eligiera a sus gobernadores, expresara su
voluntad y que sus aspiraciones fuesen en verdad respondidas.
En medio de las limitaciones
implacables que el gobierno central impuso a las gobernaciones opositoras, en
Carabobo el gobierno local avanzó, construyó, mejoró la calidad de los servicios,
veló por la seguridad y la salud de sus ciudadanos.
El momento es crucial, y exige
defender la descentralización como hecho cultural imprescindible, como una
manera de vivir distinta, propia, donde cada sitio del país expone y vive su
cultura, sus héroes y sus liderazgos. La unidad debe consumarse por encima de
las visiones y aspiraciones particulares; es el momento de mostrar realmente
cuánto podemos apostar por la democracia y por la posibilidad de que los
carabobeños conserven la libertad de poder seguir eligiendo a sus gobernadores
y alcaldes. Hoy en Venezuela se está disputando, palmo a palmo, en todo nuestro
territorio, la posibilidad de vivir en libertad, por lo que cada gobernación
perdida por falta de unidad es un brazo, una pierna que nos amputan para poder
materializar la esperanza y el derecho de ser libres, de elegir, de cambiar a
los gobernantes que no queremos. Lo que tiene que quedar claro en la conciencia
de cada ciudadano al ir a votar en Carabobo es que está decidiendo su futuro.
Si logra imponerse con todos
los artilugios que maneja, el candidato del gobierno al día siguiente, tirará
al piso el casco del metro, lo pateará y comenzará a trabajar en otra
dirección, a imponer las comunas, a dividir, a expropiar, a quitarle el poder y
negarle los recursos a quienes se le opongan y allí comenzará la verdadera
tragedia.
Si algo hemos aprendido en
Venezuela en estos catorce años, es lo difícil que resulta luchar contra un
gobierno que tiene la propiedad de casi todo, que usa a discreción los recursos
fiscales para imponer su proyecto político, que no tiene limites ni escrúpulos
para corromper y comprar conciencias si eso le sirve para destruir o avasallar
a los que osan oponerse a su intención totalizadora.
Al candidato oficialista se le
puede ver en dos versiones, cual Dr. Jekill y Mr. Hyde; una, la cara amable del
que ofrece y regala y que ahora camina con la gente, cuando nunca antes lo
había hecho; la otra, siniestra, con el poder bajo el brazo rompiendo
compromisos y promesas, con toda frialdad, sobre todo cuando promueva el avance
del tétrico país comunal, que a lo mejor ni siquiera entiende.
Los carabobeños tienen que
saber que esta podría ser la última vez que elijan a un gobernador, porque
simplemente esa figura de gobierno está sentenciada a muerte por el gobierno
comunista, tal como lo dijo Chávez “O comuna o nada”.
Estas elecciones para Carabobo,
igual que para el resto del país constituyen una prueba de fuego para la
conciencia ciudadana. ¿Bastará con disfrazarse con cascos y franelas rojas, con
repartir a manos llenas los recursos ajenos, con ofrecer lo que no han hecho en
años en ninguna parte, para convencer a los votantes? Y quizás lo más doloroso,
¿los ciudadanos votarán por un candidato impuesto sin ningún respeto a sus
legítimas aspiraciones locales, muestra brutal del poder aberrante que se
impondrá en todo Carabobo si está opción llegase a triunfar?
Carabobo tiene que decidir si
quiere seguir eligiendo a sus autoridades o si va aceptar que los dirijan desde
Miraflores. Frente a esta disyuntiva, hay que oír al Alcalde Scarano, hay que
poner en práctica las ideas en las cuales creemos, la democracia, la libertad y
el respeto para cada persona independientemente de sus ideas y posiciones. Por
todas estas razones aspiro fervientemente que en pocas horas, pues el tiempo
apremia, Carabobo pueda ver las muestras concretas de unidad de sus verdaderos
demócratas.
Isaper@gmail.com
@isapereirap
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