Por Luis Ugalde, 10/01/2013
Desde entonces ha corrido mucha agua bajo los puentes y mucha sangre bajo las dictaduras comunistas.
Uno de nuestros grandes problemas es que millones de trabajadores y sus familias tienen escaso poder político, económico, educativo y organizacional.
Por ello Venezuela sigue siendo un país pobre. El poder es como el colesterol: hay bueno y malo, es bueno el poder-capacidad y hay que incrementarlo, y malo el poder-dominación que oprime y hay que reducirlo. La aceptación de este hecho debiera ser la base primera de un acuerdo nacional, junto con el consenso para crear poder-capacidad donde más falta, es decir en las mayorías pobres. Probablemente, para ciertos sectores de la oposición "poder popular" sea mala palabra y brinquen con sobresalto de resistencias irreflexivas. Por el lado de los "revolucionarios", a pesar de los elocuentes fracasos históricos, algunos se contentan con un "poder popular" concentrado fuera de sí en un caudillo-ejército-partido con dictadura y poderdominación, para imponerse sobre el "poder burgués".
El poder tiene que ser (y así es en países exitosos y sociedades equilibradas) cada vez menos dominación de un sector social sobre otro y más la capacidad de logros, producto del reconocimiento mutuo de los diversos sectores sociales y de las alianzas para juntos formar el poder-capacidad del que carecemos. El incremento de esta habilidad ocurre cuando disminuye la lucha por la dominación y destrucción del otro, se reconocen mutuamente como imprescindibles y se producen acuerdos para generar más poder e instituciones para hacerlo. Hoy en Venezuela el poder-capacidad de responder a las necesidades fundamentales es escaso en el empresariado, en la población más pobre y en el Gobierno.
En la mitad más pobre de la población el "poder popular" es muy débil, por su precariedad educativa y política y su escasa capacidad de inversión, de emprendimiento y de profesionalidad. A pesar del petróleo, Venezuela en conjunto es bastante pobre en un cuadro comparativo mundial. La llamada burguesía venezolana, su condición empresarial, su capacidad de producir, invertir, abastecer y exportar, es débil internamente e insignificante mundialmente.
El acuerdo nacional primero ha de ser la alianza para crear e incrementar el poder popular con comunidades organizadas (no importa si se llaman comunas o asociaciones de vecinos), no domesticadas por recursos estatales improductivos. Abochorna ver a "revolucionarios", que parecían sinceros, cometer la torpeza de sustituir con dádivas oficiales, paralizar y prostituir la real y potencial productividad propia de estos sectores; es decir, debilitar el poder popular. La participación comunal-vecinal, la educativa, la obrera en la empresa son muy necesarias y estratégicas; pero si se entienden como fuerza para destruir el poder burgués, terminan desmoronando la fábrica, la hacienda, la escuela y la comuna, como necesarias unidades básicas de una república participativa y productiva. En el pasado hubo experiencias productivas parcialmente exitosas y las hay en el presente, pero se bloquean y paralizan por falta de visión productiva y de pactos con otros sectores sociales y capacidades profesionales que los complementan. La "revolución" se estanca en riqueza de palabras y pobreza de vida, si no genera verdadero poder popular, autónomo y creativo.
Todo rescate de la democracia social se bloquea si no hay en la actual oposición democrática un fuerte predominio de quienes tienen visión y voluntad para la creación del poder popular. Buen tema para el diálogo y el avance educativo-productivo.
Tomado de:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/13678-poder-popular
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