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martes, 11 de diciembre de 2012

La esperada y sorpresiva confesión de Chávez


Infolatam
Caracas, 9 de diciembre de 2012
Por MARIA TERESA ROMERO

Ante la presión de los rumores y de las informaciones periodísticas, Hugo Chávez finalmente no sólo confesó que su enfermedad de cáncer existe, que no es otro invento de la oposición y del imperio yanqui, sino también insinuó que es grave y que podría inhabilitarlo para continuar en el poder. Aun cuando lo haya negado numerosas veces durante la campaña para las elecciones presidenciales del 7 de octubre pasado, es obvio que entonces continuaba enfermo y que no lo reconoció para lograr más fácilmente su reelección.

Esta confesión pública a tan sólo una semana de las elecciones regionales, tan importantes como las presidenciales para el mantenimiento y el avance del proyecto militarista y neocomunista chavista, crea suspicacia. Después de 14 años de gobierno los venezolanos sabemos que Chávez y sus mentores cubanos no dan puntada sin dedal. ¿Por qué este sorpresivo anuncio en clave trágica, de posible renuncia, justo en este momento clave, al final de la campaña?, si su situación de salud es tan grave como dio a entender el propio Presidente, ¿por qué no renunció de una vez?

Una lectura inmediata apunta a creer que la enfermedad es realmente tan grave y la operación quirúrgica a la cual se someterá tan riesgosa, que imposibilitó al gobierno a seguir ocultándola. Pero una lectura más sosegada hace pensar que tal vez su salud no presenta una situación terminal y que al presentarla como tal el chavismo sólo está buscando impulsarle dramatismo, emocionalidad a la campaña actual para lograr que sus candidatos a gobernadores se impongan. Recordemos que Chávez los nombró a dedo, no a través de una contienda interna y que esto creó malestar en otros posibles candidatos, división en los partidos aliados y filas del PSUV, así como apatía en no pocos votantes “revolucionarios” a quienes se les moviliza más fácilmente cuando el contendor es el carismático Presidente pero no cuando se trata de sus elegidos candidatos, más aún cuando la mayoría de ellos son ahora militares.

En todo caso, la confesión presidencial tiene impactos de especial significación para el gobierno y la oposición. A los dirigentes de ambos los pone a correr en la recta final de la contienda regional; les impone la imperiosa necesidad de unirse y de movilizar a sus votantes en los últimos 8 días de campaña.

A más largo plazo, los obliga a recomponer sus estrategias, alianzas y liderazgos para una posible y pronta elección presidencial. La Constitución establece que ante la falta absoluta de un Presidente electo por votación que no haya asumido aún el cargo oficialmente, el presidente de la Asamblea Nacional asume la Presidencia de la República mientras se convocan y celebran nuevas elecciones en los 30 días posteriores al deceso del mandatario electo. Además, que si el Presidente fallece, renuncia o es destituido durante los primeros cuatro años de su mandato, le corresponde al Vicepresidente Ejecutivo de la República asumir el mando mientras se convocan y celebran nuevas elecciones.

Pero ¿quién garantiza que el también elegido sucesor de Chávez, el Vicepresidente y Canciller Nicolás Maduroo los narco generales del gobierno seguirán el mandato constitucional?. A la vez, ¿quién garantiza que no se desatarán las rivalidades entre los diversos aspirantes a la primera magistratura y entre las tendencias políticas que, aunque se afirme lo contrario, proliferan dentro del oficialismo?

Por parte de la oposición, ¿podrá el ex candidato presidencial Henrique Capriles Radonski volver a unir a las fuerzas opositoras en torno suyo o surgirá un nuevo aspirante a través de algún tipo de consulta para escoger entre los diversos aspirantes presidenciales, al menos entre los que se presentaron a las primarias convocadas por la Mesa de la Unidad Democrática en marzo de este año, o sencillamente no habrá un candidato unitario sino una pléyade de aspirantes?

Como nos tiene acostumbrados la política venezolana, el nuevo capítulo de esta tragicomedia continua con mayores imponderables e incertidumbres.

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